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miércoles, 17 de septiembre de 2025

GALA CON SOMBRERO AJENO

 

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Algunos políticos hacen gala con sombrero ajeno

En la vida política uruguaya —y en particular en algunos sectores de izquierda— existe una práctica tan antigua como persistente: la de apropiarse de logros ajenos para presentarlos como propios. Esta estrategia, aunque pueda resultar eficaz en términos de comunicación, plantea serias dudas en cuanto a su honestidad intelectual y política.

La expresión popular “hacer gala con sombrero ajeno” describe con precisión este comportamiento: lucir con orgullo aquello que en realidad pertenece a otros. En el campo político, esto se traduce en adjudicarse proyectos, obras o programas iniciados en administraciones anteriores, o que nacieron del trabajo de técnicos, comunidades locales o incluso de organismos internacionales.

El juego de las imágenes y el relato

Uno de los recursos más recurrentes es la exposición mediática. Inauguraciones, conferencias de prensa y recorridas por obras en ejecución se convierten en escenarios cuidadosamente montados para la foto. El político aparece en el lugar justo, corta la cinta simbólica, sonríe ante las cámaras y difunde el mensaje: “esto es un logro de nuestra gestión”.

Sin embargo, lo que muchas veces queda invisibilizado es que el proyecto se diseñó, financió o ejecutó en otra etapa. La obra pública, por ejemplo, requiere largos procesos de planificación, licitación y ejecución que trascienden los períodos de gobierno. Así, un puente, una ruta o un centro cultural inaugurado hoy puede haber sido proyectado hace cinco o diez años.

Este mecanismo no solo distorsiona la percepción ciudadana, sino que también invisibiliza el esfuerzo de quienes realmente impulsaron el proyecto, ya sea un gobierno anterior o equipos técnicos que trabajaron en silencio.

Impacto en la confianza ciudadana

La práctica de exhibir como propios logros ajenos tiene consecuencias profundas sobre la relación entre política y sociedad.

1. Debilita la credibilidad: Cuando la gente percibe que los políticos mienten o exageran, aumenta la desconfianza hacia el sistema en su conjunto.

2. Fomenta la apatía: El ciudadano que ve estas maniobras puede llegar a pensar que “todos son iguales” y que la política es solo marketing.

3. Desincentiva la innovación: En lugar de promover ideas originales, los dirigentes se conforman con capitalizar lo ya hecho, lo cual empobrece el debate democrático.

Un fenómeno más visible en la izquierda

Aunque esta conducta atraviesa a todo el espectro político, resulta más notoria en algunos dirigentes de izquierda. La razón es doble: por un lado, la izquierda uruguaya se ha identificado históricamente como la defensora de lo público, lo cual la obliga a mostrar resultados de gestión. Por otro, muchos de sus cuadros han hecho de la comunicación política una herramienta central, lo que acentúa la tendencia a apropiarse de símbolos y logros previos.

No obstante, conviene aclarar que el fenómeno no es exclusivo. En distintos momentos históricos, tanto gobiernos de derecha como de centro también recurrieron a esta práctica. Se trata más de una cuestión de estilo político y de estrategia comunicacional que de ideología.

Hacia una cultura política más honesta

El desafío es construir una cultura política que reconozca la continuidad institucional. Ningún proyecto nace de cero; las políticas públicas son procesos largos que atraviesan administraciones. Reconocer el trabajo previo no debería ser visto como un signo de debilidad, sino como una muestra de madurez democrática.

La verdadera grandeza política se mide en la capacidad de innovar, aportar nuevos enfoques y asumir responsabilidades sin necesidad de despojar a otros de sus méritos. A la ciudadanía, por su parte, le corresponde desarrollar un espíritu crítico que le permita distinguir entre propaganda y realidad, entre la foto para la tribuna y el trabajo de fondo.

Reflexión final

Cuando un político se viste con logros ajenos, no solo engaña a la sociedad: también se engaña a sí mismo. La política auténtica se construye sobre la base del servicio, la honestidad y el reconocimiento justo a quienes trabajan por el bien común. Solo así se podrá fortalecer la confianza ciudadana y elevar la calidad de la democracia uruguaya.

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